*La regla del Carmelo nos invita a “meditar la ley del Señor de día y de noche y velar en oración”. Al ritmo del día, en cada una de las actividades, ya sea oración silenciosa, liturgia, misa, trabajo, encuentros fraternos... nos lleva a una vida de oración continua que es un impulso del corazón que nos devuelve a cada uno momento en la presencia de Dios. La fuente es la Palabra de Dios que nos empeñamos en leer todos los días, como la Virgen María cuyo nombre lleva la Orden (Orden de María Santísima del Monte Carmelo) y que viste cada una de sus túnicas.

Para conservar esta intimidad con Dios, los carmelitas eligen permanecer en el espacio del monasterio reservado a la comunidad (recinto) y permanecer allí. Un equilibrio entre la soledad en el silencio y la vida fraterna marca su vida cotidiana.

La vida en el Carmelo conserva un carácter

de la pobreza: los carmelitas no tienen nada propio y se contentan con las necesidades que se les dan. Viven de su trabajo. Brindan servicios comunitarios: cocina, lavandería, limpieza y otros.

sencillez y austeridad : el mobiliario es sencillo, la vida fraterna entre diferentes hermanas siempre viviendo juntas, un horario repetitivo roto por los diferentes tiempos de oración.

alegría : vivacidad de las recreaciones, cantos, sencillez de las relaciones mutuas. Numerosas celebraciones que acentúan la monotonía: fiesta de la priora, del Buen Pastor, de Navidad, de Pascua, etc. Decoración del monasterio, juego, comida mejorada… ayudan a relajar a la comunidad.

misionero como la invita Teresa de Ávila, que quiso ser “hija de la Iglesia”: “ Un padre que acababa de llegar de la India me empezó a hablar de los millones de almas que se habían perdido en esos países. (…) Entre lágrimas, rogué a Nuestro Señor que me proporcionara los medios para atraer algunas almas a su servicio, para dar algo de fuerza a mis oraciones. » (Fundamentos, cap.1).

maria : la Orden de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo es enteramente mariana. El Carmelo contempla en María a una hija de Israel unida a su pueblo en espera del Mesías. Su sí a la Anunciación da a luz al Mesías, Aquel que es la Palabra de Dios. María lo meditará a lo largo de su vida en la oración y en el silencio interior, ella que está llena del Espíritu Santo y se deja conducir por Él en la obediencia a Dios en el seguimiento de Cristo. Es el modelo por excelencia para cualquier carmelita.