El Señor sigue llamando a mujeres y hombres a darlo todo a Él en la vida religiosa como siempre lo ha llamado. Cuando este deseo surge en nuestra vida, puede llenarnos de alegría, pero también de interrogantes, dudas, sobresaltos a considerar.

Este deseo debe ser confrontado con nuestra realidad humana y abrirse camino: un tiempo de maduración, de discernimiento, de búsqueda del estilo de vida y de la comunidad a la que el Señor me llama. Tiempo que te permite crecer en libertad para hacer tu elección de manera lúcida. Es bueno en esta etapa estar acompañado por una persona que conozca la vida religiosa y esté acostumbrada a este tipo de discernimiento. El discernimiento lo hace la persona que busca, pero también será discernido por el interlocutor eclesial.

El deseo de entrar en el Carmelo o aspirar a ser carmelitano es ante todo trabajado en profundidad, por un fuerte deseo de Dios y una llamada a una vida de silencio y soledad, con miras a encontrar al Amado que conduce en el desierto, para hablar al corazón. Pero, es también arder en el deseo de que un mayor número encuentre a Dios, ese Dios vivo, lleno de Amor y de misericordia que se nos ha revelado, de manera muy personal; y soportar las alegrías y los sufrimientos del mundo a través de nuestra oración y nuestra vida en comunidad.

Para acompañar este deseo de entrar en el Carmelo, el contacto con la priora de un Carmelo es el primer paso. Esto iniciará un diálogo para conocerse. Puede entonces proponer una breve estancia en la recepción del monasterio para prolongar esta búsqueda de discernimiento según métodos adaptados a cada persona. Si se confirma la llamada al Carmelo, será el momento de elegir la comunidad a la que nos sentimos llamados.

Una vez hecha esta elección de comunidad y tomada la decisión de entrar en el Carmelo, llega el momento de

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